Realidades del más allá: El ascensor

>> miércoles, 24 de octubre de 2018

El ascensor

¿Quién soy? ¿A dónde voy? ¿Qué hago aquí?

Esas son las preguntas que divagan últimamente por mi interior. Ahora, al estar rodeado de oscuridad, al verlo todo negro y al no ver ni un rayo de luz, la resonancia y el eco de esas preguntas rebotan con más intensidad en mi pequeña cabeza.

¿Qué intento hacer? ¿De qué intento escapar? No lo sé. Sé que algo no está bien, que algo ha de cambiar, pero no veo con claridad el camino. Solo tengo un pensamiento que me invade y me llena de nerviosismo: ¡Quiero salir!

Nunca me han gustado los ascensores. En varias ocasiones me he quedado encerrado dentro, en espacios pequeños, claustrofóbicos; a veces solo, a veces con otras personas. En esta ocasión estaba solo. No había nadie a mi alrededor. Nada se movía ni sonaba. ¿Quién me mandaba coger el ascensor en el metro? ¡Si nunca me subo en ninguno! Sería cosa del destino o, lo más seguro, sería parte del juego de Murphy. En el fondo sabía que lo había cogido para no encontrarme con él por las escaleras.

Desde que vi al hombre de marrón con gafas oscuras y con la caja blanca en el bar, algo había cambiado en mi interior y sabía que algo tenía que pasar. Pero lo último que se me había ocurrido era quedarme encerrado en un cochambroso, pequeño y antiguo ascensor del metro.

Iluminándome con la linterna del móvil y con la batería a menos del 33%, buscaba alguna forma de salir de ahí. Primero miré la botonera, pero los botones no respondían. Vi el pulsador de emergencia y su timbre, que lo único que hace es decoración, ya que ni suena, ni funciona.

Por más que buscaba, no veía ningún telefonillo donde poder llamar. Seguro que habrás pensado ¡Usa el móvil! sí, yo también. Pero como pasa en estos casos, cuando lo necesitas, no hay ni cobertura ni datos de navegación.

Con el rayo de luz blanco de la linterna, sigo examinando las paredes del ascensor, buscando algo con lo que salir de ahí, como si de un enigma o Escape room se tratara. Mientras examinaba las chapas, las juntas, las esquinas, una vibración sorda empezó a notarse por toda la cabina del ascensor. Un brrrrrrrrrrrrrrrrr intenso y ensordecedor empezó a invadir todo el cubículo. Cada vez sonaba más alto y la vibración era más grande hasta que un GRRRROOOUMM sonó encima del techo del ascensor. Del susto, dejé caer el móvil y me tapé los oídos rápidamente mientras me acurrucaba en una de las esquinas de la cabina, como si fuese una personas invisible y así no pudieran verme.

Silencio. Silencio y calma después del estruendo. ¿Qué había sido eso? Asustado busqué el móvil. Al encontrarlo, vi que la pantalla se había roto... ¡qué móviles más delicados! pero eso no es todo, la luz de la linterna había cambiado. Ya no era blanca, era luz negra, de esa de las discotecas y pubs que hacen brillar lo blanco... o de esa que utilizan en CSI para ver las escenas de los crímenes. Sí, en esta situaciones, la cabeza y la mente mezclan la ciencia ficción y la verdad, no ayuda a relajarse demasiado.

Sin saber que hacer, decidí alumbrar las paredes del ascensor con esa luz y .... ¡maldición! empecé a ver arañazos y chorretones por toda la cabina. ¿Sería sangre? o es la explicación que da mi cerebro a la situación? No lo sabía, lo que sí tenía claro es que tenía que dejar de ver tantas películas.

Mirando asustado, en uno de los laterales había algo escrito. Estaba acercándome para leerlo cuando de pronto, un TOC TOC TOC, empezó a sonar en el techo del ascensor.

– Continuará –

1 comentarios:

Joan 29 de octubre de 2018, 20:32  

En los chorretones no verías escrito REDRUM en el espejo no? ;). A ver cómo continua :).

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