Contrastes

>> sábado, 31 de marzo de 2018

Vivimos rodeados de ellos sin darnos cuenta. Tal y como sugiere la propia palabra, algo con contraste indica oposición, diferencia notable, algo que destaca de las demás cosas; algo que resalta, que llama la atención, que desentona.

A pesar de esos esfuerzos por destacar y contrastar, los dejamos pasar, dejamos que se mimeticen con el entorno; que se unan a la rutina del día a día. Dejamos que esas diferencias se evaporen y que nuestros ojos las vean como normales, como lo que tiene que ser y no es.

La mayoría de los seres humanos ve sin mirar, sin darse cuenta de la variedad de contraste que tiene a su alrededor. Personas altas y bajas, gatos negros y blancos, figuras redondas en espacios cuadrados; colores opuestos que inundan paredes y el paisaje. Hace frío cuando debería hacer calor, almendros que florecen en pleno invierno deseosos de primavera. 

Tenemos el anhelo de destacar; y el temor que nadie lo note. Vivimos en una sociedad cada vez más conectada, más multitudinaria; pero a su vez, el individualismo y el aislamiento gana terreno. ¿Por qué vemos sin mirar? ¿Por qué no nos quitamos la venda de los ojos y miramos en vez de solo ver? ¿Por qué no escuchamos con atención todo lo que nos rodea en vez de solo oír?

Cada día nos llena de sensaciones y vivencias que nos hace crecer espiritualmente y como personas. ¿Por qué dejamos escapar esos contrastes que nos regala la rutina y los convertimos a su vez en la propia rutina? Deberíamos aprender de esos pequeños detalles. Esos que a su vez son grandes cosas que lo que quieren es sacarte de ese día a día monótono.

Dejemos que los contrastes se apoderen de nosotros, que hagan de cada momento algo único; de cada día, uno especial. Solo así habremos aprendido a vivir y a respetar lo que nos rodea.

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