La tela de araña

>> martes, 1 de mayo de 2018


Los humanos somos como insectos, como arañas. No deja de ser paradójico que exista la aracnofobia cuando, en realidad, todos actuamos como esos insectos de ocho patas. Ellas no molestan a nadie y no se defienden si no se ven atacadas o se sienten acorraladas. 

Cogiendo esa teoría podríamos decir que los humanos somos iguales, si nadie se mete con nosotros, no actuamos. Aunque todos sabemos que no es así. El afán del homo sapiens es siempre aspirar a más, creando conflictos para buscar aquellos desenlaces que más favorezcan en cada situación. Parece que no nos guste vivir en paz, creando intereses en guerras; y generando tensión entre iguales.

Por otro lado, en temas laborales y de trabajo, también nos quedamos atrás. ¡Cuánto cuesta poner interés a la hora de hacer algo! Cada vez es más complicado ser eficientes sin la ayuda de la tecnología. Cada vez trabajamos menos, con menos esfuerzos y viendo como las máquinas nos facilitan el trabajo mientras, a su vez, nos substituyen de manera silenciosa; despacito, pero sin pausa.

En cambio, ellas no son así. Las arañas, igual que las hormigas, son unas currantes ejemplares. Sin necesidad de usar tecnología de última generación, guardan orden a la hora de hacer las cosas; respetan jerarquías y ponen su máximo esfuerzo en hacer una misma tarea por el bien común. Además, el perfeccionismo existe. Esas telas de araña tan increíbles, tan bonitas, tan detalladas y simétricas. Esas telas bien tejidas y sin imperfecciones. Telas casi invisibles, brillantes con el sol y cristalinas con el agua. 

Tejen y tejen con un fin; para cazar y sobrevivir. Utilizan la perfección para una utilidad vital. Qué diferente somos los humanos… que tejemos redes a nuestro alrededor intentando abarcar el mayor espacio posible, sin muchas veces pensar y respetar el deseo de los demás. Construimos por construir; levantamos torres que no dicen nada; recorremos caminos que no llevan a ningún sitio… y al revés. Diseñamos y pensamos en cómo mejorar y resolver nuestras necesidades, pero al final nada aguanta el paso del tiempo. 

No somo tan inteligentes. Nos complicamos la vida llenando nuestras cabezas de hechos inservibles; de verdades ahumadas; de historias inventadas. Qué simple sería mirar más a nuestro alrededor, aprender de la naturaleza como hacía nuestros antepasados y poner equilibrio a una sociedad que se pierde entre su propio ruido.

1 comentarios:

Joan 2 de mayo de 2018, 0:24  

Una reflexión muy interesante. Lo que nos distingue de los animales es precisamente lo que nos complica la vida. Tenemos la capacidad de crear, a parte de los inventos y descubrimientos a lo largo de los siglos, ideologías, creencias religiosas que justifican lo que se desconoce para simplificar explicaciones sobre temas complicados. Creamos conflictos, guerras, desigualdades, injusticias...

Sin embargo los animales tienen la vida más sencilla :).

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