Realidades del más allá: La caja
>> lunes, 9 de julio de 2018
La caja
Voy andando poco a poco, mirando de un lado al otro. El calor empieza a apretar bastante y el sol hace justicia. Antes de coger el metro para ir al apartamento decidí salir del Aeropuerto y tomarme algo fresquito. Estaba de vacaciones y no tenía ganas de andar con prisas.
Cafeterías, bares, restaurantes, puestos de comida y bebida ambulantes… había mucho donde escoger, pero como siempre, se me pasa por la cabeza lo de “bueno este está bien, pero sigo mirando a ver que veo”. ¿Por qué en vez de quedarnos en el primer sitio que vemos seguimos buscando para luego volver al mismo? Es lo que pasó. Después de varias vueltas acabé volviendo al primero que vi al salir del Aeropuerto. Un bar pequeño, un pequeño local llamado “Ámbar”.
Tras dedicar unos minutos en decidir si dentro o fuera, me siento en la terraza, bajo un parasol bastante grande. No tenía ganas de encerrarme entre cuatro paredes. Al acercarse el camarero le pido mi bebida favorita, una Fanta, pero Murphy se me había adelantado. No quedaba Fanta. Entonces pido una coca-cola. Tampoco le quedaban… Tras varios intentos y ya un tanto mosqueado, le digo con un tono indignado que me traiga lo que tenga pero que esté fresco. El camarero toma nota, me mira de reojo y se va hacia dentro.
Soy consciente que no había empezado el viaje de la mejor manera pero no tenía por qué seguir o acabarlo igual, tenía la esperanza que remontaría. Desde hace días noto una sensación estaña de acoso, aunque no me pregunto quién es, lo sé, Murphy quiere jugar y no me va a dejar tranquilo hasta que se aburra de mi o… consiga de mi lo que quiera, ¿Qué será? Lo desconozco…
Mientras miro a mi alrededor algo llama mi atención. Veo a un hombre vestido de marrón y con gafas de sol oscuras sentado unas mesas más a mi derecha. Está leyendo uno de esos periódicos gratuitos que hasta ese momento pensaba que ya no existían. Por alguna razón curiosa me daba la impresión que me miraba a mi y no al periódico. De pronto me empiezo a fijar más a fondo en su persona. Su boca era totalmente inexpresiva y sus manos sujetaban el periódico de manera firme, arrugando un poco por los extremos. Sobre la mesa tenía una caja blanca, sin nada escrito en ella… aunque… mientras miraba la caja, el titular del periódico visto de refilón me hizo estremecer: el periódico estaba del revés. ¡Estaba fingiendo que leía el periódico! ¿Me miraba a mi? ¿Qué quería?
Asustado, decidí irme pero, cuando estaba a punto de levantarme… ¡PLAF! el camarero apareció y me sirvió un vaso de agua con dos cubitos enormes, mientras me dice: Lo más refrescante y natural, agua del grifo, son 3 euros. Más decepcionado que cabreado, le pagué los 3 euros para que se quitase del medio. Cuando lo hizo, el hombre de marrón ya no estaba en la mesa. No había ni rastro de él ni del periódico ni de la caja.
Un tanto tembloroso, me bebo el vaso de un trago y me dispongo a levantarme cuando, de pronto, noto una extraña vibración en el bolsillo. ¿Quién me llama? Al coger el móvil no tenía ninguna llamada, ni mensaje ni notificación… habrá sido una de esas llamadas “fantasma” que dicen que hace nuestra mente. Sea como fuere, cogí la maleta, me puse la gorra, las gafas de sol y me dirigí hacia la boca del metro.
– Continuará –
1 comentarios:
Muy bueno!! Esperaremos la continuación. El estilo me recuerda a los libros de Murakami. Te dejaré algún libro, puede que te guste :).
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